La decisión de un hombre de realizar una prueba de ADN a su hijo, porque creía que no se parecía a él, no sólo dejó atónita a su mujer, sino que la disgustó profundamente. Al recibir los resultados, convocó a toda la familia, dividida a raíz de esta situación.
En septiembre de 2023, una mujer anónima acudió a Reddit para compartir su historia. La mujer recordaba vívidamente la experiencia de cinco años de relación con su marido, tres de ellos como esposos.
A lo largo de su relación, la prepotente presencia de la madre de su marido fue una fuente constante de tensión. Esta intrusión, marcada por opiniones no solicitadas y comportamientos indebidos, molestaba profundamente a la mujer, aunque siempre intentaba mantener una fachada de compostura.
La mujer creía firmemente que era injusto enfadarse con su cónyuge por acciones que no eran suyas. Al fin y al cabo, no podía controlar las palabras o los actos de su madre, por hirientes que fueran. Sin embargo, lo que la irritaba profundamente era su incapacidad para defenderla cuando se sentía incómoda o molesta por las intromisiones de su madre.
Llamó a su suegro y los invitó a él y a la madre de su marido a su casa aquella noche.
¿Qué llevó al marido a realizar una prueba de paternidad?
La situación llegó a un punto crítico cuando la suegra, en un arrebato de audacia, empezó a cuestionar la paternidad del hijo de la mujer. “Desde hace un tiempo [mi suegra] hace comentarios sobre que mi hijo no se parece a mi marido cuando era pequeño. Básicamente me acusaba de acostarme con cualquiera. Esto, con razón, me ha molestado”, añadió la mujer furiosa.
A pesar de su feroz negación y de su angustia emocional, el marido de la mujer permaneció pasivo, sin protegerla de esta avalancha de acusaciones. Fue esta inacción y falta de apoyo lo que abrió una brecha entre ellos. Alimentada por la frustración y una creciente sensación de falta de respeto, la mujer se distanció emocionalmente de su marido.
Su punto de quiebre llegó cuando él anunció casualmente su intención de realizar una prueba de ADN de paternidad, no por auténtica duda, sino como medio de apaciguar a su implacable madre. Esta revelación fue una bofetada en la cara, un escandaloso insulto a su integridad. Fue en ese momento cuando decidió que no podía seguir soportando ese ciclo tóxico.
Con férrea determinación, la mujer tomó las riendas de su vida. Buscó asesoramiento jurídico y se embarcó en la búsqueda de un nuevo hogar, un lugar en el que refugiarse lejos del caos. Su decisión era firme, su resolución inquebrantable. Los inminentes resultados de la prueba de ADN, que llegarían en unos días, prometían reivindicación, y planeaba combinarlos con los papeles del divorcio.
En el fondo, sabía que su decisión de poner fin al matrimonio no tenía que ver sólo con ella. Era un intento desesperado de proteger a su hijo de un futuro marcado por la animosidad y la amargura. Su propia infancia, marcada por las incesantes batallas entre sus padres, le recordaba crudamente las consecuencias de un hogar tóxico. Se negó a que su hijo corriera la misma suerte.
La determinación de la mujer estaba alimentada por su trabajo, una fuente de estabilidad e independencia. No era sólo un medio de seguridad económica; era su refugio, un lugar donde encontraba consuelo en medio de la tormenta. El trabajo, que había conservado a pesar de la opción de dejarlo tras casarse, se convirtió en su salvavidas, reforzando su decisión de seguir siendo autosuficiente.
Mientras se preparaba para los inminentes resultados de las pruebas, una mezcla de emociones se arremolinaba en su interior: rabia, tristeza y un atisbo de esperanza en un futuro mejor. Independientemente del resultado, estaba decidida. Se habían acabado los días de soportar un matrimonio sin amor. Estaba dispuesta a enfrentarse a los retos que le esperaban, por el bien de su hijo y por la oportunidad de rehacer su vida a su manera.
¿Qué ocurrió tras recibir los resultados de las pruebas?
La mujer compartió una actualización de la publicación original, relatando los acontecimientos que tuvieron lugar después de que su marido recibiera los resultados de la prueba de ADN. El día de la entrega de los resultados, tomó cartas en el asunto. Llamó a su suegro y los invitó a él y a la madre de su marido a su casa aquella noche.
“Él estaba trabajando cuando le dieron los resultados”, dijo la mujer de su marido. Según el informe de la prueba de ADN, el marido era efectivamente el padre de su hijo. Poco después, su marido le envió los resultados y le aseguró que se enfrentaría a su madre para resolver el asunto de una vez por todas. Sin embargo, cuando llamó, la mujer se mostró decidida.
Le informó de que ya había consultado con un abogado, iniciado los trámites del divorcio y estaba dispuesta a poner fin al matrimonio. El enfrentamiento se convirtió en una acalorada discusión. El marido defendió sus actos, alegando que no había previsto la fuerte reacción de su esposa. Sin embargo, ella se mantuvo firme, insistiendo en que la indiferencia de él hacia sus sentimientos había dañado irreparablemente su relación.
Con valentía, le entregó los papeles del divorcio, sin inmutarse por su negativa a firmarlos. Se marchó aquella noche, negándose a permanecer en una situación en la que sus límites eran violados continuamente. A pesar de su partida, su marido seguía dividido entre la lealtad a sus padres y el desmoronamiento de su matrimonio.
Cuando el marido informó a sus padres de que iría a verlos periódicamente, pero pidió a su madre que se disculpara, ella se mantuvo obstinada. Negándose a dar marcha atrás, acusó a la mujer de destrozar a su familia, mostrando una actitud inflexible.
A continuación, la mujer y su marido mantuvieron una conversación. Él propuso terapia de pareja, expresando su deseo de salvar su relación y continuar la co-paternidad. A pesar de los tumultuosos acontecimientos, el destino de su matrimonio seguía siendo incierto, pendiente de las sesiones de terapia y de la vacilante confianza de la mujer.
En una edición final, la mujer dijo que su marido estaba decidido a no perder a su hijo a pesar de la posibilidad del divorcio. Reconociendo la interferencia de su madre, prometió enfrentarse a ella. La mujer mantuvo la cautela, esperando que el asesoramiento le enseñara a dar prioridad a su matrimonio.
Contempló el divorcio, pero se mostró abierta a la reconciliación mediante la terapia. Su paciencia tenía límites, y subrayó su compromiso con el bienestar de su hijo. Su preocupación no era la prueba de paternidad en sí, sino la intrusión y la falta de confianza, lo que ponía de relieve la necesidad de una comunicación abierta.
“Necesita dejar de tener contacto con su madre. Yo ni siquiera intentaría la terapia hasta que él se comprometa a eso primero. Porque cualquier terapia a la que vayan va a ser minimizada por su madre”.
“¿Por qué no sugieres que tu familia política y tu esposo se hagan un test de ADN también? Adelante de tu suegra. Si ella piensa que no tenías razón para enojarte, entonces seguro que tampoco se enfadará”.
“Tu suegra es una narcisista y le falta la habilidad de la empatía por los demás. Es mejor que no tengas contacto con ella y si tu esposo quiere tener cualquier tipo de relación contigo o tu hijo, debería también dejar de tener contacto con ella.”
¿Qué opinas de esta historia? ¿Crees que la escritora del post hizo bien en pedir el divorcio o que debería haber perdonado a su marido por hacerse una prueba de ADN? ¿Qué harías tú si estuvieras en el lugar de esta redditor?